Se suele decir que la página en blanco da bastante vértigo y, sin embargo, cuando cojo las riendas de un nuevo texto mis preocupaciones suelen atacar desde otros frentes. “¿Me atascaré en algún párrafo?” o “¿estoy haciéndole justicia a este título?” son algunas de las dudas que me atenazan con mayor intensidad mientras la crítica va cogiendo forma. Ahora bien, hay veces en las que a esos problemas se suman otros todavía más peliagudos. Si hablar con conocimiento de causa de un videojuego o de cualquier artefacto cultural es una tarea harto complicada - qué consideramos relevante, qué desechamos, por qué, cuánto espacio asignamos a cada aspecto -, la cosa llega a adquirir matices hercúleos cuando nos enfrentamos a un título como este remake de Dead Space. Y aunque, como es obvio, esta reinterpretación no se puede entender sin la existencia del Dead Space original, basar la premisa del análisis en una comparativa constante no apunta a ser una solución satisfactoria, como tampoco lo sería, por otra parte, un texto cuyo eje fuera tratar este Dead Space (2023) como un ente aislado de las circunstancias que han dado lugar a su origen.
Así que, al final, tal y como nos enseñó el gran pensador Isaac Clarke, la virtud está en cortar por el medio de las extremidades de los necromorfos.
Cómo llegó a esta conclusión es la parte interesante, puesto que Isaac y los demás miembros de la USG Kellion son reclutados para reparar, de forma urgente, la USG Ishimura, una nave emblemática de la CEC estacionada junto a la colonia Aegis VII. Clarke, además de ser un ingeniero espacial experimentado, tiene un interés especial en la misión: Nicole Brennan, su pareja, es una oficial médica en la Ishimura y su último mensaje es realmente preocupante. El acercamiento a la Ishimura parece ir conforme a lo previsto hasta que, sin previo aviso, el sistema de guiado falla de forma estrepitosa y la USG Kellion se ve obligada a aterrizar de forma forzosa, armando un estruendo que recibe, como única respuesta, el sepulcral silencio de la USG Ishimura y su tripulación. Clarke y sus colegas, no obstante, tienen una misión que cumplir y se dirigen, titubeantes, hacia la recepción.
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