A estas alturas del campeonato resulta innegable que Call Of Duty 4: Modern Warfare es uno de los videojuegos con mayor impacto en la historia del medio. Y para llegar a esta conclusión ni siquiera es necesario profundizar demasiado en sus logros artísticos o jugables; la mera convivencia de una serie de factores como su preciso modo multijugador, la modernización de su ambientación y el asentamiento definitivo de una adecuada infraestructura online en el ámbito de las consolas hicieron del primer Modern Warfare un éxito de ventas incontestable.
Y, le pese a quien le pese, los éxitos comerciales piden, no, demandan continuaciones. Si bien la saga Modern Warfare finalizó su andadura en su tercera entrega, la franquicia Call of Duty siguió adelante con nuevas historias y ambientaciones hasta que, algo escasa de ideas, recurrió en 2019 a Infinity Ward para que la saga volviera a una de sus raíces. El reboot de Modern Warfare fue, en términos generales, bien recibido y como buen éxito comercial que fue se pidió, no, se demandó una continuación.
Nos referimos, claro, a Call Of Duty: Modern Warfare 2 (2022), un título del cual, por ahora, solo hemos podido completar la campaña y que, más adelante, nos ofrecerá la posibilidad de explorar sus modos multijugador, a los que dedicaremos cumplida revisión en otro texto. No nos queda más remedio, entonces, que separar ambas facetas en una saga en la que, tradicionalmente, estas se han retroalimentado de forma más que evidente.
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