Análisis de Resident Evil 3 Remake

Resident Evil 3 es un título muy especial para mí, porque no os hacéis una idea de la cantidad de veces que jugué a la trilogía original en la primera PlayStation. Y, ahora que lo pienso, realmente no sería capaz de ponerle un número a esas mañanas echadas delante de la televisión mientras hacía que Chris, Jill, Leon y Claire escapasen de zombis, hunters y demás fauna raccooniana, pero sí tengo una anécdota que ilustra a la perfección cómo de involucrado estaba con la saga. Allá por 1999 andaba tan ávido de contenido survival y me sabía tan de memoria los dos primeros Resident Evil que cuando un colega me dijo "ya tengo el Resident Evil 3" le contesté que me lo tenía que dejar inmediatamente. Obviamente, la cosa no iba a ser tan sencilla porque, acto seguido, me contestó "pero es que todavía no ha salido aquí, está en japonés". "Me da igual, tú déjamelo", le dije, sin saber dónde me estaba metiendo. De ahí en adelante tuvo lugar una de las experiencia jugables más delirantes de mi vida: tutoriales indescifrables, decisiones in-game en las que a) no sabía por qué se detenía la escena y b) tampoco sabía qué puñetas estaba escogiendo, y tirarme horas pensando cómo usar objetos clave, como la llave inglesa. Y menos mal que estaba completamente doblado al inglés, porque si no no hubiera sabido ni quién era esa gente ni cuál era su propósito en Raccoon City. Cómo conseguí terminármelo es algo que solo el Altísimo sabe - probablemente tenga que ver con una infinita cantidad de tiempo libre e igual dosis de cabezonería - y más adelante lo jugué vaya usted a saber cuántas veces en su versión PAL, sólo para saber todo lo que me había perdido en ese primer acercamiento cuasi místico.

De lo que sí me di cuenta, aún sintiéndome igual de perdido que Chiquito en su aventura japonesa, era de que Resident Evil 3 tenía todos los elementos para ser un título canónico dentro de la saga, pese a que había algo dentro de sus hechuras que hacía que no terminase de encajar junto a sus hermanos mayores. Era un título mucho más orientado a la acción y más breve, pero mucho más intenso y que incorporaba mecánicas que reforzaban una narrativa en la que su protagonista, Jill Valentine, estaba en una huida constante. Huyendo de Raccoon City, de Umbrella, de su pasado y, durante buena parte de la aventura, de ese engendro monstruoso llamado Nemesis.

Capcom es consciente de que Resident Evil es una saga fundamental en la historia de los videojuegos. Su primera entrega no fue el primer título con tintes terroríficos en su estructura, pero sí el primero que acuñó el término "survival horror". No obstante, vio la luz en una época - la de las 3D emergentes de PSOne - que el tiempo ha dejado en un lugar incómodo en términos estéticos y, por ello, se ha entregado en cuerpo y alma a que sus títulos luzcan de la mejor manera posible a base de remakes y remasters. Así, tras las puestas al día de Resident Evil 1 y 2, era de justicia que la última entrega que vio la luz originalmente en la Playstation original se actualizase para alegría de los veteranos y curiosidad de los recién llegados.

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